jueves, 19 de marzo de 2015

Filosofía de la sensibilidad

En este aspecto el humanista debe tener mucho cuidado; no se trata de entender la sensibilidad social y humana como un falso sentimentalismo. El común de la gente tiende a pensar que la sensibilidad está limitada a las emociones afectivas a secas, sin embargo, no considera que ésta debe nacer del corazón pero también del intelecto para estar más completa. Es así como nosotros podríamos hablar de una filosofía de la sensibilidad en un siglo que, si bien es cierto está adelantado tecnológicamente, carece en cierto grado de personas dotadas de una profunda devoción por los valores humanos y sociales.
No obstante, dicha devoción o fervor humano no precisamente tenemos que verlos con la misma visión de antaño, pues muchos creen que estas prácticas son propias de una persona que profesa una religión, incluso por esta razón se le resta importancia y su verdadero valor. En este caso, no hay que satanizar a la filosofía, sino que hay que considerarla como el motor que mueve a los humanistas a actuar en favor de la sociedad, no por ciego fanatismo, mucho menos por una aspiración puramente religiosa, sino simplemente porque la sensibilidad debe ser el producto de un razonamiento filosófico, tal como el Humanismo que no podemos confundirlo con simples prácticas altruistas sino como una filosofía de la transformación individual y colectiva.
Pero como estamos seguro que habrán personas que optarán por oponerse a nuestra manera de entender la sensibilidad racionalizada, lo único que vamos a decirles es que desafortunadamente nos han enseñado a ver la sensibilidad solo desde el punto de vista del corazón pero no hemos tenido ni la curiosidad ni el interés de mirarla desde otra óptica. De todos modos, no hay ningún problema; si estamos dotados de intelecto y corazón entonces no es justo que practiquemos la sensibilidad solamente con el corazón. Recordemos que no hay que separar la afectividad de la persona de su capacidad racional.
 
 
Intelecto y corazón


Según nuestra manera de pensar, es posible que al racionalizar o al hacer de la sensibilidad una filosofía se comience a practicar con mayor prontitud y con más eficacia, pues será un valor de personas con amplio criterio intelectual, y por lo tanto, su práctica será más consistente y efectiva. Esto es porque basar o reducir la sensibilidad a un falso sentimentalismo, es un acto que no trasciende en la vida social, y por lo tanto, sería un engaño tanto para el que la practicara como para quien recibiera algo proveniente de ese tipo tan extraño de sensibilidad.
Para nosotros es importante tener en cuenta el valor del intelecto y el del corazón al hablar de la sensibilidad que debe distinguir a los humanistas del siglo veintiuno. Muchas veces olvidamos que no basta un Humanismo basado en postulados filosófico, o dedicado a especular sobre los problemas del hombre y su sociedad. Esto, aunque tampoco es una tarea sin sentido, solo constituye la primera parte de un verdadero Proyecto Humanista. Por cierto, cabe recordar que el Humanismo Experimental para que esté completo y pueda tener un valor práctico en nuestros días debe convertirse en una forma de vida, lo que equivale a decir que toda persona, líder social o líder humanista debe vivir el Humanismo como una norma de conducta; esto es filosofía de la acción.
Así que una cosa es volverse un filósofo humanista y otra es vivir y hacer que se viva el Humanismo desde una perspectiva concreta. Es decir, tampoco la sensibilidad social debe constituir un simple disfraz o un pretexto para lograr fines particulares. Es una actitud, una forma de ser desde el punto de vista del Humanismo. Pero dicha actitud estará respaldada por un conocimiento profundo de la doctrina que profesa el Humanismo Experimental para no dar la apariencia de que confundimos la sensibilidad con un simple sentimentalismo o con un moralismo que nada tiene que ver con acciones concretas en favor de los demás.

Cultura de la sensibilidad


Es responsabilidad de nosotros pasar de una sensibilidad vacía a una sensibilidad práctica y fundamentada en una filosofía para que su dimensión esté más allá de superficialidades, pues hoy cualquiera ostenta sensibilidad pero parece que hace falta agregarle una porción de racionalización. Y esto no es un error, al contario, se trata de una pista importante en nuestra tarea de crear sociedades más solidarias e individuos que sientan al humanismo como una necesidad contemporánea. Sin embargo, es esencial considerar ampliamente que no se trata de convertir al Humanismo en un mal llamado fanatismo.
Llama la atención, además,  que en nuestros días poco a poco hemos perdido el interés por los problemas del otro; parece como si cada quien fuera creando su mundo a su antojo y condición. Y eso se debe a que la conciencia por la colectividad está ausente del corazón del hombre moderno. Hay que indicar que de por sí la cultura por la depredación aleja al hombre de los problemas sociales pero también lo aleja de sus semejantes, a quienes considera un estorbo en el logro de sus propios intereses.
Por otro lado, ¿cómo podemos hablar en el siglo veintiuno de una cultura por la sensibilidad cuando estamos siendo testigos y víctimas de una continua depredación? ¿Cómo podemos ponernos a analizar problemas relacionados con la filosofía, la ciencia, etc., toda vez que no hemos podido establecer el apego a la sensibilidad como una característica básica del hombre concreto? Filosofía de la sensibilidad significa que el individuo que ha optado por el Humanismo Experimental estará en condiciones de actuar por el bien del otro, pero habiendo entendido en forma racional y no sentimental el valor del progreso y la importancia del ideal humanista. Ser sensibles no por un acto de compasión superficial, sino por un firme y constante acto de voluntad nacido de una profunda meditación humanista.
No obstante las carencias sociales en este sentido, esto no indica que tengamos que dedicarnos a lamentaciones o resignaciones puesto que nada nos impide comenzar a poner la primera piedra en la construcción de una cultura que tenga por emblema la actitud de sensibilidad que tanta falta nos hace. Comentábamos en el párrafo anterior algo acerca de la depredación, pero en realidad, ¿qué es esa depredación sino una actitud de destrucción que el hombre adopta, sea por imposición o por libre voluntad? Es el punto más sobresaliente de nuestras sociedades en donde la ley del más fuerte es la máxima expresión de una cultura depredadora.
Obviamente si hay destrucción o autodestrucción es porque hemos perdido esa conciencia por el progreso y por el respeto hacia nosotros mismos. El hombre no solo se autodestruye, también afecta a los demás, incluso a su mismo entorno… a su mundo, pues tal cultura depredadora ya es una forma de vida y se ha convertido en un círculo vicioso, a veces imposible de extinguir.


Sensibilidad práctica y colectiva


Como hemos analizado, cuando no existe la sensibilidad como uno de los valores humanos no nos queda otra cosa que aceptar la urgente necesidad de contar con un sistema filosófico que venga a ofrecernos luz al respecto pues la consecuencia que la sociedad debe pagar ante este problema es de una magnitud considerable y, por lo tanto, preocupante.
Por ejemplo, el Movimiento de Acción Social Humanista está interesado en hacer de la sensibilidad personal una sensibilidad colectiva, ¿en qué sentido? Cuenta con el Departamento del Supremo Bien Colectivo, cuya finalidad consiste en llevar el Humanismo Experimental a la práctica en sus dos vertientes; individual y colectiva. Así que toda persona que ya cuente en forma natural con un cierto grado de sensibilidad puede desarrollarla al máximo en este Departamento, pero también mediante la vivencia y aceptación de la doctrina que nosotros profesamos. Como se sabe, se trata de ayudar al ser humano a tener un mejor nivel de vida, pero este nivel abarca diversos aspectos como el moral, social, humano, etc.
La sensibilidad social es un fervor y un compromiso voluntario con los problemas del momento. Como hemos dicho, un Humanismo que no se traduce en práctica y en acción permanente es fraudulento y nadie querrá creer en él. Llegó el momento de sacar al Humanismo de las bibliotecas y libros para conducirlo en forma natural y pacífica hasta el lugar donde se halla el hombre concreto, atormentado por los sinsabores de cada día y por el complejo escenario que la sociedad le presenta diariamente.
Sostenemos que la sensibilidad no es un valor o una actitud pasiva en el interior del hombre, ya que esta puede proyectarse extrínsecamente por el beneficio de todos. Alguien que presuma de sensibilidad humana y social tiene la responsabilidad de demostrarlo con sus acciones en su diario vivir. No solo palabras, sino hechos concretos. Casi como si la filosofía de la sensibilidad fungiera como un proceso purificatorio para los hombres y mujeres dispuestos a actuar por su propio bien pero también por el de la colectividad.
Para concluir, vamos a reiterar que un Humanismo práctico es necesario en una sociedad que ha reducido al hombre y sus adversidades a una acción abstracta. Claro que viéndolo de este modo, los problemas del momento no constituyen el interés central de ciertos sistemas sociales debido a que no existen, y si existen, pues se les observa desde el punto de vista intelectual y no práctico. Los humanistas de la actualidad promueven con todos los medios a su alcance una filosofía de la sensibilidad que se sale del intelecto para internarse en la vida práctica, por el bien y el progreso de nuestra decadente sociedad.
Con todo lo que hemos dicho a lo largo de este capítulo no estamos destruyendo las prácticas de altruismo que es común en las personas que ejercen cierto liderazgo en las comunidades, o de aquellos que lo hacen por un sincero compromiso con sus semejantes. Lo que estamos indicando es que si el conocimiento filosófico del Humanismo nos conduce a otro nivel de sensibilidad, este no tiene porqué ser tenido como un asunto sin sentido, sino que eso ayudaría a más personas a ejercer confianza en nuestros postulados.
En este aspecto, ye hemos aclarado la consecuencia de quitarle al Humanismo Experimental su carácter filosófico; quedaría reducido a una simple práctica de altruismo. Sin embargo, si al Humanismo lo mutilamos, desconectándolo del altruismo, entonces estaríamos convirtiéndolo en un intelectualismo extremo. En este caso, hay que saber hallar el justo medio. Por lo tanto la sensibilidad del humanista debe fundamentarse en el corazón pero también en el intelecto. Así pues, el Humanismo no es una sensibilidad insípida sino una sensibilidad que tiene su origen en la capacidad racional del hombre.

JIMÉNEZ, Gustavo. "Introducción al Humanismo Experimental". Pp. 32-37, Editorial Hominis. México, D. F.

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