martes, 9 de diciembre de 2014

Entendiendo la diversidad cultural



Entendiendo la diversidad cultural

            Uno de los problemas centrales al especular sobre el hombre es olvidar que se desarrolla dentro de una sociedad y una cultura específica, por lo que no podemos descontextualizarlo de su realidad, ya que cualquier razonamiento que resultara sobre él estaría incompleto y carente de trascendencia. Es como si comenzara a partir de un punto intermedio, y eso no es válido.

Artífice de la Cultura

            No obstante, hacemos notar que lo que define al hombre, en cierto sentido, es la cultura que adopta; cuando es niño, los padres se la inculcan pero cuando ha llegado al pleno uso de razón él decide si continúa con ella o privilegia alguna que se adapte a sus intereses con un previo perfeccionamiento. De este modo, puede decirse que la actual Cultura del Individualismo y de la Depredación han crecido en proporciones gigantescas porque conforme la sociedad crece el mismo individuo las va perfeccionando o moldeando según sus propios intereses, y las adopta sin pensar en las posibles consecuencias.
            Es decir, así como el hombre es el artífice del progreso, así también se convierte en un hacedor de los distintos modos de ser, pensar y de situarse dentro de la sociedad. En otras palabras, el hombre es también el artífice de la Cultura en sus distintas variantes. Obviamente, no hay que pensar que toda creación cultural del hombre es mala. Y por lo tanto, no es nuestra intención satanizarla, ya que en un último análisis, esto vuelve a reforzar lo que hemos dicho en el capítulo precedente; que el hombre de todos modos sigue siendo el fiel artífice del progreso. ¿Por qué? Veamos.
            Si no todas las culturas son negativas, entonces se sigue por esto que algunas ayudan al hombre en su ardua tarea de generar el progreso en todo momento y en toda circunstancia. Muchas veces el progreso de ciertos lugares depende no tanto del apoyo que se obtenga por parte de quienes ejercen el poder sino que es el producto de la mentalidad que impera en su interior. Así que el tipo de Cultura que se adopte puede fungir en forma casi decisiva en el estancamiento o en la evolución de pueblos y ciudades enteros. Como muestra de esto hay que considerar el tipo de estancamiento que prevalece en aquellos lugares donde la Cultura del Individualismo se ha gestado estrepitosamente. Y eso lo sabemos porque es un malestar social latente en nuestros días.

El impacto de la Cultura

            Siendo la Cultura un modo de ver y de situarse frente al mundo, al hombre y a Dios, no cabe duda que es determinante en la consolidación de sociedades; o ampliamente desarrolladas o retrógradas en cierto grado. Podemos ver las consecuencias que las ideologías del siglo veinte trajeron al hombre concreto y a la sociedad para darnos cuenta de cómo la Cultura, impuesta o asumida en forma voluntaria es capaz de transformar el pensamiento individual y colectivo. La Cultura comienza por transformar al hombre, y en etapas posteriores, transforma a toda la sociedad. Y esto es un hecho comprobado.
Sobretodo las culturas ateas del citado siglo al negar en forma contundente la necesidad de Dios se enfrascaron en una lucha inmisericorde en contra del hombre que, finalmente, se entiende también contra la naturaleza humana. ¿La causa? Al excluir a Dios de la vida del hombre pues no queda otro camino. Con justa razón el Cardenal Henry de Lubac, en su libro “El drama del humanismo ateo” concluye que “estamos comprobando experimentalmente que allí donde no hay Dios, no hay tampoco hombre”. Es tal vez el resultado de una Cultura que se quiso colocar por encima de Dios pero, desafortunadamente, el hombre pagó las consecuencias. Pero no todos los hombres… solamente los más débiles, como en el caso específico de la ideología Nazi que despreciaba a los seres humanos que no eran “arios puros”. Para el nazismo lo que vale es la raza, así que sobre ese baluarte se debía configurar la Cultura, y en especial, la sociedad.
Ya hemos declarado que el Humanismo Experimental es una filosofía neutral, sin embargo, al hacer estas declaraciones no estamos quebrantando de ningún modo esa neutralidad; una cosa es no confundir el Humanismo con la Religión y otra cosa es que no podemos hacer caso omiso del tipo de “desarrollo” que ha tenido la sociedad en los siglos pasados. Con esto tampoco estamos juzgando el ateísmo como corriente de pensamiento. Sin embargo, hay que ser sinceros y no pasar por alto las atrocidades que en siglos recientes ha causado tanto al hombre como a la sociedad. Después de todo, con el tiempo una ideología se convierte en parte esencial de la manifestación cultural del hombre. El mismo Humanismo Experimental es una prueba de ello. Ahora pasemos a comentar algo al respecto.

Humanismo: Cultura incluyente

Valorar la diversidad cultural no significa que haya que tener fiel devoción por aquéllas culturas que afectan a la sociedad en general; la Cultura Light, la Cultura del Individualismo y la Cultura Depredadora, por ejemplo, ya que estas van en contra de la dignidad humana y entorpecen directamente el desarrollo y la consolidación de la sociedad (Cfr. Jiménez Gustavo Cap. 1 y 3 del libro Conciencia Humanista). No obstante, hay que cuidar que al momento de enfrentarlas no se utilice la violencia o algún método ilícito como alternativa para poderlas contrarrestar. Nada con la violencia, todo con la razón.
El Humanismo al ser adoptado como parte de una cultura no debe imponerse por la fuerza; debe estar al margen de cualquier tipo de confrontación intelectual, y sobretodo, debe mirar a cada hombre con respeto, tolerancia y con una profunda sensibilidad. Es categórico que una sociedad como la nuestra, con sus malestares y desequilibrios, tiene necesidad, o dicho de otro modo, demanda una Cultura Humanista que incluya a todos los hombres sin distingos de raza, sexo, preferencias ideológicas o cualquier tipo de diferenciación convencionales.
De hecho, lo que marca la diferencia entre el Humanismo Experimental y otros sistemas de pensamiento es que para poderse expandir no necesita del radicalismo, el fanatismo o de establecer rencillas intelectuales sin fundamento; simplemente se enfoca a promover al hombre y a la sociedad para revalorarlos y hacer más favorable la existencia, creando una cultura menos depredadora y más humana en toda la extensión de la palabra.
Sin embargo, hay que subrayar que no es superficial el acto de crear una Cultura Humanista, pues debemos recordar que la Cultura, sea cual sea su origen y su contenido, determina la conducta del hombre y el desarrollo gradual de una sociedad. Así que nosotros pretendemos hacer del Humanismo Experimental una doctrina concreta, transformadora y efectiva en cualquier estrato social que sea adoptado como una filosofía de la acción colectiva, pues no es un mérito reducir el Humanismo a simples conjeturas intelectuales. Hay que tener la capacidad de llevar a la práctica lo que creemos podría mejorar la vida de los hombres. Tampoco es sensato continuar con el intelectualismo en lo que al Humanismo Experimental se refiere. Por el contrario, debe convertirse en una filosofía benéfica y no en una filosofía de la inacción o de la pasividad.
Algo que no hay que olvidar es que la Cultura, de ningún modo debe fungir como un adormecimiento para el hombre. Suele decirse que la Cultura ata o controla las conductas del hombre pero nosotros creemos que si no se convierte en acción liberadora, no serviría de nada y por lo tanto, se quedaría en el mismo nivel de aquéllas ideologías que han pisoteado “lo humano” a lo largo de la historia. Pero todo depende de dos cosas esenciales; el tipo de Cultura que el hombre decida crear y de lo que el hombre haga o proyecte con ella. He aquí uno de los retos más sorprendentes del hombre del siglo veintiuno.

Humanismo: Cultura de lo humano

Ahora bien, antes de concluir con este capítulo es necesario insistir en que un humanista debe estar preparado para crear, vivir, difundir y defender la Cultura Humanista hasta verla convertida en una forma de vida de las sociedades actuales. Y crear esa Cultura no solo requiere de la ciega voluntad sino que debe estar precedida de una seria disposición para poner las capacidades y los talentos personales al servicio de la sociedad, teniendo en cuenta que por Cultura Humanista entendemos un modo de pensar pero también un modo de ser y de existir. Sobre este aspecto, sostenemos que el Humanismo Experimental, si bien es cierto que debe convertirse en una forma de pensamiento, también debe constituir una forma de vida.
Además, cualquiera que pretenda ser un difusor del Humanismo Experimental debería estar en condiciones de contribuir con su grano de arena a la formación de sociedades más humanas y cimentadas en la cooperatividad, en la solidaridad y en el respeto hacia todo el género humano. Sin duda, esto representaría el inicio de una nueva sociedad configurada por la Cultura Humanista en un siglo que parece estar deshumanizado, pero no muerto.
En conclusión, puede afirmarse que si todos los hombres y mujeres decididos a ser parte del Proyecto Humanista nos empeñáramos en crear un mundo distinto, el encuentro tan esperado con el Bien Común sería un hecho tangible y no estaría destinado a ser parte de un fracaso social. A nuestro juicio, estaría más allá de ser considerada una utopía más dentro de la sociedad que nos tocó vivir, y su realización estaría muy cerca del hombre.
Es importante, pues, respetar la diversidad cultural pero también es fundamental revisar sobre qué baluarte está cimentada la Cultura que prevalece en la sociedad actual del hombre concreto. Y eso nos dará una pista para comenzar a construir cuanto antes una auténtica Cultura de lo Humano.
            A este respecto, hay que reconocer que nuestra sociedad ha pasado de una Cultura Colectiva a una Cultura Individualista, y cada día que pasa, se introduce en una continua depredación, obstruyendo, no solo el progreso colectivo, sino, paradójicamente también el del hombre como ser individual. Así que en estas circunstancias, lo humano se ha relegado a simples conjeturas filosóficas, y hay que reconocer que otras veces se llega al extremo de abandonarlo en el olvido. No obstante, el Humanismo Experimental pretende ser una alternativa ante esta desastrosa situación, poniendo el énfasis en la revaloración del hombre, pero sobre todo, apostando por crear una Cultura de lo Humano; es decir, crear según sus posibilidades una Cultura que tenga en cuenta al hombre como ser integral.
            Es decir, que el hombre sea la aspiración más profunda del Humanismo, pero no el hombre según un concepto genérico como ocurrió en el pasado, sino el hombre que piensa, que existe, que siente, que actúa y que tiene por objetivo de vida entenderse para poder crear una manifestación cultural de sí mismo. Que la Cultura de lo humano que nosotros proponemos no se entienda sin poner nuestro verdadero interés en el Hombre Concreto.


JIMÉNEZ, Gustavo. "Introducción al Humanismo Experimental", México, D. F., Editorial Hominis, 2014. Pág 20-25

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