viernes, 18 de octubre de 2013

El hombre es el progreso del hombre

Cuando en la filosofía del Humanismo hablamos de qué es el Hombre, ¿a qué nos referimos? ¿A una entidad espiritual (abstracta) condenada a vivir en el mundo de lo estático o a un ser que piensa, sufre, siente y se mueve en un mundo controversial? ¿Cuál ha sido el posible error de las doctrinas filosóficas del pasado en lo referente al concepto del hombre? En verdad, hemos dedicado más tiempo y esfuerzo a tratar de definir al hombre y a elaborar sistemas filosóficos, religiosos y políticos entorno a él pero pocas veces nos hemos detenido para orientar nuestros esfuerzos a tratar de transformar la vida de los hombres y hacerles más favorable la existencia. Este capítulo no pretende dar una respuesta definitiva y contundente al problema qué es el hombre, pero establece y cuestiona los conceptos del pasado, y además, presenta en forma detallada la manera de entender al hombre dentro del Humanismo Experimental. Un problema, dos soluciones Por regla general, los individuos nacemos dentro de una sociedad establecida con normas y costumbres, pudientes y marginados, cultos e incultos, caciques y vasallos, etc., lo que significa que desde nuestro nacimiento somos y existimos para la colectividad en toda su plenitud. Sin embargo, algunos dirán que propiamente es a la antropología o a la sociología a quienes compete considerar lo que en este capítulo vamos a cuestionar, ya que por su naturaleza, son la ciencia del hombre… de los hombres y de la sociedad. Y de hecho, nosotros no estamos en contra de esas disciplinas, pero no por ello vamos a actuar como si de veras el problema no fuera de nuestra competencia en el campo del Humanismo. Ahora bien, puesto que somos un producto de la sociedad, nada de aquélla nos es ajena. No obstante, parece que en nuestros tiempos existen dos maneras de acercarse al estudio y a la interpretación del hombre; desde el punto de vista del científico (el sociólogo o el antropólogo) y desde el punto de vista del hombre ordinario (el hombre común). El científico se acerca mediante un método bien definido y con una línea argumental específica para, posteriormente, devenir la investigación en una teoría social que muchas veces es lanzada al basurero de la sociedad, no porque sea inútil, sino porque las experiencias pasadas confirman que las teorías no siempre llegan a su realización definitiva, tal como las pretendió su progenitor. El hombre ordinario, en cambio, es más experimental que científico. Habla e interpreta desde su propia experiencia, desde su idiosincrasia, a la usanza tradicional de juzgar lo que se ve. Con esto no queremos quitar al científico social su naturaleza, mucho menos su intelectualidad en el campo de la interpretación. En todo caso, en este siglo de la evolución social es urgente encontrar el justo equilibrio entre el método científico y el experimental al acercarse al estudio y a la comprensión del individuo en su sociedad. En verdad, aunque ambas interpretaciones difieren cualitativamente, hay que reconocer que son el producto de la subjetividad, puesto que la sistematización de un método de investigación no indica que sea menos subjetivo que uno no sistematizado.
Tomado del libro: Conciencia humanista
Autor: Gustavo Jiménez.
Editorial Hominis

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