En este
aspecto el humanista debe tener mucho cuidado; no se trata de entender la
sensibilidad social y humana como un falso sentimentalismo. El común de la
gente tiende a pensar que la sensibilidad está limitada a las emociones
afectivas a secas, sin embargo, no considera que ésta debe nacer del corazón
pero también del intelecto para estar más completa. Es así como nosotros podríamos
hablar de una filosofía de la
sensibilidad en un siglo que, si bien es cierto está adelantado
tecnológicamente, carece en cierto grado de personas dotadas de una profunda
devoción por los valores humanos y sociales.
No
obstante, dicha devoción o fervor humano no precisamente tenemos que verlos con
la misma visión de antaño, pues muchos creen que estas prácticas son propias de
una persona que profesa una religión, incluso por esta razón se le resta
importancia y su verdadero valor. En este caso, no hay que satanizar a la
filosofía, sino que hay que considerarla como el motor que mueve a los
humanistas a actuar en favor de la sociedad, no por ciego fanatismo, mucho
menos por una aspiración puramente religiosa, sino simplemente porque la
sensibilidad debe ser el producto de un razonamiento filosófico, tal como el
Humanismo que no podemos confundirlo con simples prácticas altruistas sino como
una filosofía de la transformación individual y colectiva.
Pero como
estamos seguro que habrán personas que optarán por oponerse a nuestra manera de
entender la sensibilidad racionalizada, lo único que vamos a decirles es que
desafortunadamente nos han enseñado a ver la sensibilidad solo desde el punto
de vista del corazón pero no hemos tenido ni la curiosidad ni el interés de
mirarla desde otra óptica. De todos modos, no hay ningún problema; si estamos
dotados de intelecto y corazón entonces no es justo que practiquemos la
sensibilidad solamente con el corazón. Recordemos que no hay que separar la
afectividad de la persona de su capacidad racional.
Intelecto
y corazón
Según nuestra manera de pensar, es posible que al racionalizar o al hacer de la sensibilidad una filosofía se comience a practicar con mayor prontitud y con más eficacia, pues será un valor de personas con amplio criterio intelectual, y por lo tanto, su práctica será más consistente y efectiva. Esto es porque basar o reducir la sensibilidad a un falso sentimentalismo, es un acto que no trasciende en la vida social, y por lo tanto, sería un engaño tanto para el que la practicara como para quien recibiera algo proveniente de ese tipo tan extraño de sensibilidad.
Para
nosotros es importante tener en cuenta el valor del intelecto y el del corazón
al hablar de la sensibilidad que debe distinguir a los humanistas del siglo
veintiuno. Muchas veces olvidamos que no basta un Humanismo basado en postulados
filosófico, o dedicado a especular sobre los problemas del hombre y su
sociedad. Esto, aunque tampoco es una tarea sin sentido, solo constituye la
primera parte de un verdadero Proyecto Humanista. Por cierto, cabe recordar que
el Humanismo Experimental para que esté completo y pueda tener un valor
práctico en nuestros días debe convertirse en una forma de vida, lo que
equivale a decir que toda persona, líder social o líder humanista debe vivir el
Humanismo como una norma de conducta; esto es filosofía de la acción.
Así que
una cosa es volverse un filósofo
humanista y otra es vivir y hacer que se viva el Humanismo desde una
perspectiva concreta. Es decir, tampoco la sensibilidad social debe constituir
un simple disfraz o un pretexto para lograr fines particulares. Es una actitud,
una forma de ser desde el punto de vista del Humanismo. Pero dicha actitud
estará respaldada por un conocimiento profundo de la doctrina que profesa el
Humanismo Experimental para no dar la apariencia de que confundimos la sensibilidad
con un simple sentimentalismo o con un moralismo que nada tiene que ver con
acciones concretas en favor de los demás.
Cultura de la sensibilidad
Es responsabilidad de nosotros pasar de una sensibilidad vacía a una sensibilidad práctica y fundamentada en una filosofía para que su dimensión esté más allá de superficialidades, pues hoy cualquiera ostenta sensibilidad pero parece que hace falta agregarle una porción de racionalización. Y esto no es un error, al contario, se trata de una pista importante en nuestra tarea de crear sociedades más solidarias e individuos que sientan al humanismo como una necesidad contemporánea. Sin embargo, es esencial considerar ampliamente que no se trata de convertir al Humanismo en un mal llamado fanatismo.
Llama la
atención, además, que en nuestros días
poco a poco hemos perdido el interés por los problemas del otro; parece como si
cada quien fuera creando su mundo a su antojo y condición. Y eso se debe a que
la conciencia por la colectividad está ausente del corazón del hombre moderno.
Hay que indicar que de por sí la cultura por la depredación aleja al hombre de
los problemas sociales pero también lo aleja de sus semejantes, a quienes considera
un estorbo en el logro de sus propios intereses.
Por otro
lado, ¿cómo podemos hablar en el siglo veintiuno de una cultura por la
sensibilidad cuando estamos siendo testigos y víctimas de una continua
depredación? ¿Cómo podemos ponernos a analizar problemas relacionados con la
filosofía, la ciencia, etc., toda vez que no hemos podido establecer el apego a
la sensibilidad como una característica básica del hombre concreto? Filosofía
de la sensibilidad significa que el individuo que ha optado por el Humanismo
Experimental estará en condiciones de actuar por el bien del otro, pero
habiendo entendido en forma racional y no sentimental el valor del progreso y
la importancia del ideal humanista. Ser sensibles no por un acto de compasión
superficial, sino por un firme y constante acto de voluntad nacido de una
profunda meditación humanista.
No
obstante las carencias sociales en este sentido, esto no indica que tengamos
que dedicarnos a lamentaciones o resignaciones puesto que nada nos impide
comenzar a poner la primera piedra en la construcción de una cultura que tenga
por emblema la actitud de sensibilidad que tanta falta nos hace. Comentábamos
en el párrafo anterior algo acerca de la depredación, pero en realidad, ¿qué es
esa depredación sino una actitud de destrucción que el hombre adopta, sea por
imposición o por libre voluntad? Es el punto más sobresaliente de nuestras
sociedades en donde la ley del más fuerte es la máxima expresión de una cultura
depredadora.
Obviamente
si hay destrucción o autodestrucción es porque hemos perdido esa conciencia por
el progreso y por el respeto hacia nosotros mismos. El hombre no solo se
autodestruye, también afecta a los demás, incluso a su mismo entorno… a su
mundo, pues tal cultura depredadora ya es una forma de vida y se ha convertido
en un círculo vicioso, a veces imposible de extinguir.
Sensibilidad práctica y colectiva
Como hemos analizado, cuando no existe la sensibilidad como uno de los valores humanos no nos queda otra cosa que aceptar la urgente necesidad de contar con un sistema filosófico que venga a ofrecernos luz al respecto pues la consecuencia que la sociedad debe pagar ante este problema es de una magnitud considerable y, por lo tanto, preocupante.
Por
ejemplo, el Movimiento de Acción Social Humanista está interesado en hacer de la
sensibilidad personal una sensibilidad colectiva, ¿en qué sentido? Cuenta con
el Departamento del Supremo Bien Colectivo, cuya finalidad consiste en llevar
el Humanismo Experimental a la práctica en sus dos vertientes; individual y
colectiva. Así que toda persona que ya cuente en forma natural con un cierto
grado de sensibilidad puede desarrollarla al máximo en este Departamento, pero
también mediante la vivencia y aceptación de la doctrina que nosotros
profesamos. Como se sabe, se trata de ayudar al ser humano a tener un mejor
nivel de vida, pero este nivel abarca diversos aspectos como el moral, social,
humano, etc.
La
sensibilidad social es un fervor y un compromiso voluntario con los problemas
del momento. Como hemos dicho, un Humanismo que no se traduce en práctica y en
acción permanente es fraudulento y nadie querrá creer en él. Llegó el momento
de sacar al Humanismo de las bibliotecas y libros para conducirlo en forma
natural y pacífica hasta el lugar donde se halla el hombre concreto,
atormentado por los sinsabores de cada día y por el complejo escenario que la
sociedad le presenta diariamente.
Sostenemos
que la sensibilidad no es un valor o una actitud pasiva en el interior del
hombre, ya que esta puede proyectarse extrínsecamente por el beneficio de
todos. Alguien que presuma de sensibilidad humana y social tiene la responsabilidad
de demostrarlo con sus acciones en su diario vivir. No solo palabras, sino
hechos concretos. Casi como si la filosofía de la sensibilidad fungiera como un
proceso purificatorio para los hombres y mujeres dispuestos a actuar por su
propio bien pero también por el de la colectividad.
Para
concluir, vamos a reiterar que un Humanismo práctico es necesario en una
sociedad que ha reducido al hombre y sus adversidades a una acción abstracta.
Claro que viéndolo de este modo, los problemas del momento no constituyen el
interés central de ciertos sistemas sociales debido a que no existen, y si
existen, pues se les observa desde el punto de vista intelectual y no práctico.
Los humanistas de la actualidad promueven con todos los medios a su alcance una
filosofía de la sensibilidad que se sale del intelecto para internarse en la
vida práctica, por el bien y el progreso de nuestra decadente sociedad.
Con todo
lo que hemos dicho a lo largo de este capítulo no estamos destruyendo las
prácticas de altruismo que es común en las personas que ejercen cierto
liderazgo en las comunidades, o de aquellos que lo hacen por un sincero
compromiso con sus semejantes. Lo que estamos indicando es que si el
conocimiento filosófico del Humanismo nos conduce a otro nivel de sensibilidad,
este no tiene porqué ser tenido como un asunto sin sentido, sino que eso
ayudaría a más personas a ejercer confianza en nuestros postulados.
En este
aspecto, ye hemos aclarado la consecuencia de quitarle al Humanismo
Experimental su carácter filosófico; quedaría reducido a una simple práctica de
altruismo. Sin embargo, si al Humanismo lo mutilamos, desconectándolo del
altruismo, entonces estaríamos convirtiéndolo en un intelectualismo extremo. En
este caso, hay que saber hallar el justo medio. Por lo tanto la sensibilidad
del humanista debe fundamentarse en el corazón pero también en el intelecto.
Así pues, el Humanismo no es una sensibilidad insípida sino una sensibilidad
que tiene su origen en la capacidad racional del hombre.
JIMÉNEZ, Gustavo. "Introducción al Humanismo Experimental". Pp. 32-37, Editorial Hominis. México, D. F.
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