Entendiendo la diversidad cultural
Uno de los problemas centrales al
especular sobre el hombre es olvidar que se desarrolla dentro de una sociedad y
una cultura específica, por lo que no podemos descontextualizarlo de su
realidad, ya que cualquier razonamiento que resultara sobre él estaría
incompleto y carente de trascendencia. Es como si comenzara a partir de un
punto intermedio, y eso no es válido.
Artífice
de la Cultura
No obstante, hacemos notar que lo
que define al hombre, en cierto sentido, es la cultura que adopta; cuando es
niño, los padres se la inculcan pero cuando ha llegado al pleno uso de razón él
decide si continúa con ella o privilegia alguna que se adapte a sus intereses
con un previo perfeccionamiento. De este modo, puede decirse que la actual
Cultura del Individualismo y de la Depredación han crecido en proporciones
gigantescas porque conforme la sociedad crece el mismo individuo las va
perfeccionando o moldeando según sus propios intereses, y las adopta sin pensar
en las posibles consecuencias.
Es decir, así como el hombre es el
artífice del progreso, así también se convierte en un hacedor de los distintos
modos de ser, pensar y de situarse dentro de la sociedad. En otras palabras, el
hombre es también el artífice de la
Cultura en sus distintas variantes. Obviamente, no hay que pensar que toda
creación cultural del hombre es mala. Y por lo tanto, no es nuestra intención
satanizarla, ya que en un último análisis, esto vuelve a reforzar lo que hemos
dicho en el capítulo precedente; que el hombre de todos modos sigue siendo el
fiel artífice del progreso. ¿Por qué? Veamos.
Si no todas las culturas son
negativas, entonces se sigue por esto que algunas ayudan al hombre en su ardua
tarea de generar el progreso en todo momento y en toda circunstancia. Muchas
veces el progreso de ciertos lugares depende no tanto del apoyo que se obtenga
por parte de quienes ejercen el poder sino que es el producto de la mentalidad
que impera en su interior. Así que el tipo de Cultura que se adopte puede
fungir en forma casi decisiva en el estancamiento o en la evolución de pueblos y
ciudades enteros. Como muestra de esto hay que considerar el tipo de
estancamiento que prevalece en aquellos lugares donde la Cultura del
Individualismo se ha gestado estrepitosamente. Y eso lo sabemos porque es un
malestar social latente en nuestros días.
El
impacto de la Cultura
Siendo la Cultura un modo de ver y
de situarse frente al mundo, al hombre y a Dios, no cabe duda que es
determinante en la consolidación de sociedades; o ampliamente desarrolladas o
retrógradas en cierto grado. Podemos ver las consecuencias que las ideologías
del siglo veinte trajeron al hombre concreto y a la sociedad para darnos cuenta
de cómo la Cultura, impuesta o asumida en forma voluntaria es capaz de
transformar el pensamiento individual y colectivo. La Cultura comienza por
transformar al hombre, y en etapas posteriores, transforma a toda la sociedad.
Y esto es un hecho comprobado.
Sobretodo
las culturas ateas del citado siglo al negar en forma contundente la necesidad
de Dios se enfrascaron en una lucha inmisericorde en contra del hombre que,
finalmente, se entiende también contra la naturaleza humana. ¿La causa? Al
excluir a Dios de la vida del hombre pues no queda otro camino. Con justa razón
el Cardenal Henry de Lubac, en su libro “El
drama del humanismo ateo” concluye que “estamos
comprobando experimentalmente que allí donde no hay Dios, no hay tampoco
hombre”. Es tal vez el resultado de una Cultura que se quiso colocar por
encima de Dios pero, desafortunadamente, el hombre pagó las consecuencias. Pero
no todos los hombres… solamente los más débiles, como en el caso específico de
la ideología Nazi que despreciaba a los seres humanos que no eran “arios
puros”. Para el nazismo lo que vale es la raza, así que sobre ese baluarte se
debía configurar la Cultura, y en especial, la sociedad.
Ya hemos
declarado que el Humanismo Experimental es una filosofía neutral, sin embargo,
al hacer estas declaraciones no estamos quebrantando de ningún modo esa
neutralidad; una cosa es no confundir el Humanismo con la Religión y otra cosa
es que no podemos hacer caso omiso del tipo de “desarrollo” que ha tenido la
sociedad en los siglos pasados. Con esto tampoco estamos juzgando el ateísmo
como corriente de pensamiento. Sin embargo, hay que ser sinceros y no pasar por
alto las atrocidades que en siglos recientes ha causado tanto al hombre como a
la sociedad. Después de todo, con el tiempo una ideología se convierte en parte
esencial de la manifestación cultural del hombre. El mismo Humanismo
Experimental es una prueba de ello. Ahora pasemos a comentar algo al respecto.
Humanismo:
Cultura incluyente
Valorar la
diversidad cultural no significa que haya que tener fiel devoción por aquéllas
culturas que afectan a la sociedad en general; la Cultura Light, la Cultura del
Individualismo y la Cultura Depredadora, por ejemplo, ya que estas van en
contra de la dignidad humana y entorpecen directamente el desarrollo y la
consolidación de la sociedad (Cfr. Jiménez Gustavo Cap. 1 y 3 del libro Conciencia Humanista). No obstante, hay
que cuidar que al momento de enfrentarlas no se utilice la violencia o algún
método ilícito como alternativa para poderlas contrarrestar. Nada con la
violencia, todo con la razón.
El
Humanismo al ser adoptado como parte de una cultura no debe imponerse por la
fuerza; debe estar al margen de cualquier tipo de confrontación intelectual, y
sobretodo, debe mirar a cada hombre con respeto, tolerancia y con una profunda
sensibilidad. Es categórico que una sociedad como la nuestra, con sus
malestares y desequilibrios, tiene necesidad, o dicho de otro modo, demanda una
Cultura Humanista que incluya a todos los hombres sin distingos de raza, sexo,
preferencias ideológicas o cualquier tipo de diferenciación convencionales.
De hecho,
lo que marca la diferencia entre el Humanismo Experimental y otros sistemas de
pensamiento es que para poderse expandir no necesita del radicalismo, el
fanatismo o de establecer rencillas intelectuales sin fundamento; simplemente
se enfoca a promover al hombre y a la sociedad para revalorarlos y hacer más
favorable la existencia, creando una cultura menos depredadora y más humana en
toda la extensión de la palabra.
Sin
embargo, hay que subrayar que no es superficial el acto de crear una Cultura
Humanista, pues debemos recordar que la Cultura, sea cual sea su origen y su
contenido, determina la conducta del hombre y el desarrollo gradual de una
sociedad. Así que nosotros pretendemos hacer del Humanismo Experimental una
doctrina concreta, transformadora y efectiva en cualquier estrato social que
sea adoptado como una filosofía de la acción colectiva, pues no es un mérito
reducir el Humanismo a simples conjeturas intelectuales. Hay que tener la
capacidad de llevar a la práctica lo que creemos podría mejorar la vida de los
hombres. Tampoco es sensato continuar con el intelectualismo en lo que al
Humanismo Experimental se refiere. Por el contrario, debe convertirse en una
filosofía benéfica y no en una filosofía de la inacción o de la pasividad.
Algo que
no hay que olvidar es que la Cultura, de ningún modo debe fungir como un
adormecimiento para el hombre. Suele decirse que la Cultura ata o controla las
conductas del hombre pero nosotros creemos que si no se convierte en acción
liberadora, no serviría de nada y por lo tanto, se quedaría en el mismo nivel
de aquéllas ideologías que han pisoteado “lo humano” a lo largo de la historia.
Pero todo depende de dos cosas esenciales; el tipo de Cultura que el hombre
decida crear y de lo que el hombre haga o proyecte con ella. He aquí uno de los
retos más sorprendentes del hombre del siglo veintiuno.
Humanismo:
Cultura de lo humano
Ahora
bien, antes de concluir con este capítulo es necesario insistir en que un
humanista debe estar preparado para crear, vivir, difundir y defender la
Cultura Humanista hasta verla convertida en una forma de vida de las sociedades
actuales. Y crear esa Cultura no solo requiere de la ciega voluntad sino que
debe estar precedida de una seria disposición para poner las capacidades y los
talentos personales al servicio de la sociedad, teniendo en cuenta que por
Cultura Humanista entendemos un modo de pensar pero también un modo de ser y de existir. Sobre este aspecto, sostenemos que el Humanismo
Experimental, si bien es cierto que debe convertirse en una forma de
pensamiento, también debe constituir una forma de vida.
Además,
cualquiera que pretenda ser un difusor del Humanismo Experimental debería estar
en condiciones de contribuir con su grano de arena a la formación de sociedades
más humanas y cimentadas en la cooperatividad, en la solidaridad y en el respeto
hacia todo el género humano. Sin duda, esto representaría el inicio de una
nueva sociedad configurada por la Cultura Humanista en un siglo que parece
estar deshumanizado, pero no muerto.
En
conclusión, puede afirmarse que si todos los hombres y mujeres decididos a ser
parte del Proyecto Humanista nos empeñáramos en crear un mundo distinto, el
encuentro tan esperado con el Bien Común sería un hecho tangible y no estaría
destinado a ser parte de un fracaso social. A nuestro juicio, estaría más allá
de ser considerada una utopía más dentro de la sociedad que nos tocó vivir, y
su realización estaría muy cerca del hombre.
Es
importante, pues, respetar la diversidad cultural pero también es fundamental
revisar sobre qué baluarte está cimentada la Cultura que prevalece en la
sociedad actual del hombre concreto. Y eso nos dará una pista para comenzar a
construir cuanto antes una auténtica Cultura
de lo Humano.
A este respecto, hay que reconocer
que nuestra sociedad ha pasado de una Cultura Colectiva a una Cultura
Individualista, y cada día que pasa, se introduce en una continua depredación,
obstruyendo, no solo el progreso colectivo, sino, paradójicamente también el
del hombre como ser individual. Así que en estas circunstancias, lo humano se
ha relegado a simples conjeturas filosóficas, y hay que reconocer que otras
veces se llega al extremo de abandonarlo en el olvido. No obstante, el
Humanismo Experimental pretende ser una alternativa ante esta desastrosa
situación, poniendo el énfasis en la revaloración del hombre, pero sobre todo,
apostando por crear una Cultura de lo Humano; es decir, crear según sus
posibilidades una Cultura que tenga en cuenta al hombre como ser integral.
Es decir, que el hombre sea la
aspiración más profunda del Humanismo, pero no el hombre según un concepto
genérico como ocurrió en el pasado, sino el hombre que piensa, que existe, que
siente, que actúa y que tiene por objetivo de vida entenderse para poder crear
una manifestación cultural de sí mismo. Que la Cultura de lo humano que
nosotros proponemos no se entienda sin poner nuestro verdadero interés en el
Hombre Concreto.
JIMÉNEZ, Gustavo. "Introducción al Humanismo Experimental", México, D. F., Editorial Hominis, 2014. Pág 20-25
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