miércoles, 19 de agosto de 2015

La sociedad individualista: Influencias



Mi manera de razonar está más allá de pesimismos que pudieran entorpecer la actual reflexión sobre el problema del bien social. Según mi opinión, lo mejor que puede hacerse es concientizarnos acerca de la realidad sociocultural con el fin de transformar y no con objeto de abrir las puertas de la lamentación y la resignación. De esta manera no llegaremos tan lejos. Lo importante es replantear la estructura del siglo pasado para construir el siglo XXI con más fuerza y con más apego a los intereses que competen a la sociedad, además, para que de ahora en adelante volvamos la mirada a la antropología y a la sociología. Pues en un orden de jerarquización primero es la antropología y luego la sociología: entendiendo al hombre se sobreentiende a la sociedad. No podemos pensar en el progreso social si antes no hemos logrado obtener la felicidad individual.

Vuelvo a insistir que no hay oposición en cuanto al tema de la felicidad individual si ésta se busca para poder sobrevivir en una sociedad culturalmente diversificada, y con el fin de cooperar en su lenta pero segura transformación, pero si aquélla se busca con fines egoístas y con métodos ilícitos ahí es donde comienza el problema de la muy difundida cultura individual. ¿Qué hacer, entonces? Revalorar a la sociedad y a la vida social como la mejor manera de situarse en el contexto del desarrollo colectivo, teniendo en cuenta que en una sociedad individualista no hay mucha posibilidad de progreso, sino un estancamiento económico, político, cultural y material que en repetidas ocasiones deviene en la disgregación de individuos o en el éxodo de personas a países más desarrollados. ¿La finalidad? Ir en busca del sueño americano.

Influencia política

La sociedad no estuviera en estas condiciones si los gobiernos en unión con los grandes espíritus dizque civilizados del país, desde hace varios años se hubieran mostrado preocupados por construir un dique para impedir la intromisión de ideas cuya finalidad era perjudicar a la unidad nacional, y a la manera de pensar de los mexicanos. Desafortunadamente se comenzó a hacer hincapié en el desarrollo económico y político del país y se dejó a un lado aquello que nos hacía similares como individuos y partícipes de una misma identidad nacional; la cultura. Ante esta situación, también hizo su aparición el boom partidista, que irrumpió en gran parte de la república mexicana. De esta manera, ciertos hombres sin una verdadera preocupación por el progreso colectivo hicieron de esta realidad una puerta de entrada a sus intereses personales por conquistar el poder. Naciendo así la nueva concepción del hombre; eslabón de los grandes espíritus.

En el ambiente político, el hombre empezó a considerarse como un instrumento a través de cual los civilizados alcanzan el plano más elevado de la vida social. Esta nueva concepción antropológica atentó contra la unidad nacional puesto que muchos hombres hechizados por una fuerza ilusoria de transformación social se empeñaron por acrecentar su propia membresía política. Y como consecuencia de todo esto la conciencia de colectividad que se poseía en muchos lugares del país se fue perdiendo, hasta devaluarse casi por completo. ¿Cuál fue la razón principal? La idea de comunidad había cambiado como secuela de la gran sectorización política. Parece que la felicidad y el bienestar ya no representaban un derecho de todos sino el privilegio de unos cuantos.

Ante esto, muy pocos tomaron conciencia acerca de la gravedad del asunto, y la meta por la que todos luchaban eran metas particulares, sin tanto interés por mejorar el caminar de la comunidad. Lo que antes constituía un gran interés colectivo ahora entraba en un estado de agonía; el bien social. Líderes por todos lados trataban de hacer leña del árbol caído ante la invasión de las teorías y actitudes individualistas que trastornaban la vida social de todo el país, empedernidos por la ambición particular más que por la lealtad a los principios sociales, o a las tendencias humanistas y unificadoras.

Influencia religiosa

Por otro lado, sin pronunciarme a favor o en contra de alguna religión en particular, el lado espiritual fue causa de otra sectorización social, y el golpe a la unidad nacional era cada día más atroz por parte de otro tipo de líderes que comerciaban o se amparaban en alguna fe religiosa para ejercer influencia en la manera de pensar de la sociedad, unida en cierto modo. Estoy convencido que el progreso humano no excluye en ninguna manera el progreso religioso, pero también debo hacer notar que la sectorización o el alejamiento del fin colectivo no vienen dados por el simple hecho de creer o no creer, sino en la manera de creer que ciertos líderes tratan de establecer.

Ante todo, el hombre es un ser religioso, pero tampoco podemos utilizar esta verdad como pretexto para venir y generar un sin fin de ideas separatistas que lo único que conseguirán es alejar al hombre de su verdadero deseo de Dios. Continuando con la reflexión que nos ocupa podemos advertir que por el lado religioso también padecimos el virus de la sectorización. Grupos por todas partes entraban para imponer ideas extrañas en el corazón de una sociedad que ya estaba herida por tintes políticos e ideológicos, pero que aún conservaba un mínimo de esperanza en su progreso y en el desarrollo colectivo.

Transcurrido algunos años el problema religioso se había convertido en la lucha por la supervivencia; para conservarse o imponerse un grupo tenía que combatir a otro, aunque los métodos de combates fueran, en ciertas circunstancias, totalmente ilícitos. La verdadera liberación y la unificación social eran cada vez más distantes. Pero no todo se había perdido: también hubo ciertos grupos que se empeñaron en revitalizar el deseo de bienestar y llevarlo hasta las últimas consecuencias. Sin caer en el error de la justificación y sin irme a los extremos puedo sostener que esta realidad que se estaba viviendo acrecentó el deseo del hombre por encontrar su propia felicidad, sin importarle su esencia de ser para la sociedad.

Ahora bien, ¿esta concepción occidental de la vida y la felicidad podemos considerarla como parte de la cultura? ¿Fue el pasado una puerta de entrada al mundo del individualismo? Me pregunto cómo entender esta concepción de felicidad y progreso, si como parte de la cultura colectiva o como parte de una cultura individualista. Desgraciadamente, me atrevo a sostener ambas posibilidades, en el sentido que esta falsa concepción llegó a desarrollarse e imponerse como situación universal.



Autor: Gustavo Jiménez

El presente texto es propiedad intelectual del Movimiento de Acción Social Humanista S. C.